A la Retaguardia de Mi Anhelo


Detrás de las copas y la crueldad que adorna las palabras de aquellos hombres, que solo se preocupan por el estado de la bolsa y aquellos relatos que atentan con revivir sus días llenos de mujeres desnudas y cervezas alemanas, se encuentra mi alma enmascarada con la cara que trata de esconder el ardiente fervor de mi amor por ti. Como la copa que llena aquel mesero apresurado, seguro porque apenas le alcanza la miseria que es su salario para pagar el llenado de sus necesidades, se encuentran mis ganas de ti, de juntar nuestras manos y hacer una danza jacarandosa debajo de un cielo estrellado con tintes morados, azules, rojos y el resto de los colores que todavía no sabemos pronunciar; mirarte sin que tenga que parar, tomar cada parte de ti así sea temporalmente e imprimirla en mi corazón, cada huella, cada pestaña, cada susurro, todo. Incluso, teniendo el conocimiento de que algún día tendré que devolverte al mundo, incluso si ese mismo día puede ser la mañana siguiente de nuestro encuentro, así sea solo una noche, la necesidad de enajenarme de tu ser es justa y necesaria. 

 Yo, aquella copa que jamás será completamente llenada, me embriago en pensamientos de tu voz acaramelada que endulza mis oidos todas las tardes. Aquellas risas que evocas en mi con tanta facilidad, tal niño mimado que con sus grandes y tiernos ojos envuelve a su madre sin otro remedio más que aquel de darle lo que este desea, porque ve en esos ojos la promesa de un amor verdadero. ¡Eh ahí la diferencia! Tu amor es blando y sin gracia. Yo soy la chiflada que desesperadamente trata de darle vida a ese amor, mediante estos pensamientos que bordan lo filosófico, tirandomelas de Platón y Sócrates, pensando en que el cuerpo y el alma son solo una y que ambas partes te desean de igual manera. Contra la marea de la razón que a momentos me atraganta y nubla  esos pensamientos con su salidad, tratando desesperadamente que la sanidad llegue a mi, peleo denodadamente en estos momentos detrás de copas y la crueldad de aquellas palabras superficiales.

 El trago que pide aquel hombre canoso y que rebosa en pena, me recuerda a ti como todas las cosas presentes en este pequeño gran espacio. Veras, conocerte fue como un aguardiente. Jamás entendí la razón de porque la gente vive semanas enteras en monotonía para llegar a los últimos suspiros de ese ciclo y desgatar botellas enteras de aquella bebida, no es un elixir de deilete, es un trago barato y amargo, cuyo único objetivo es fogonizar la garganta de aquel que lo consume, luego evolucionar en el pecho, tentando con arrasar con cada pena que el tiempo arrastró a la orilla de aquel ser. Tu, aguardiente de tienda, tu me llenaste el pecho de explosiones por unas noches y luego tú inexperiencia con los juegos artificiales no te permitió explorar todo el universo que iba más allá de mi pecho. El peligro que susurraban aquellos fuegos que se quemaban tras cada sonrisa, era solo una trampa para espantar a aquellos no osados, aquellos cobardes que anhelan la llave al mundo pero se perturban con la puerta. Los tiquetes  a aquel paraíso se queman con el fuego de mi pasión cada vez que se hace más claro que perdiste la llave en la oscuridad de tu ceguera. Ahora en tu silencio impuesto, que rompe con la pasividad de mi mente, estoy obligada a encontrar refugio en estas tardes que se ahogan detrás de copas  y los murmuros de aquellos viejos. 

Juliana Ramos Giraldo. 


📸- Paulina Zapata

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